... DE OBRAS DE ARTE

 

LA PÁGINA WEB DE PEDRO BALIÑA

 

 

PRENSA:

 

Han comentado sus trabajos, colecciones y premios, distintos medios de prensa orales, escritos y televisivos:

 

- Diario La Nación de Buenos Aires.

- Diario La Prensa de Buenos Aires.

- Diario La Razón de Buenos Aires.

- Diario Página 12 de Buenos Aires.

- Revista D&D, Diseño y Decoración en la Argentina, Nro. 41.

- Revista Para Tí.

- Revista Para Tí Decoración.

- Libro de Decoración de Para Tí.

- Revista First.

- Programa DiseñArte de Arquitectura y Decoración, Canal (á) de

  CableVisión.

- Otros programas de TV y varios de radio.

 

NOTAS PUBLICADAS:

 

Han publicado notas suyas sobre temas de su especialidad:

 

- Revista D&D,  Diseño y Decoración en la Argentina, Nro. 113.

- Revista D&D Arte, Nro. 2 .

- Revista D&D,  Diseño y Decoración en la Argentina, Nro. 124.

 

PARTICIPACIONES - COLUMNAS:

 

- Grabó una serie de notas para Styles, programa televisivo

   dedicado a Arquitectura, Decoración, Arte y Antigüedades,

   por el entonces Canal 3 de CableVisión. 

- Tuvo una columna sobre temas de su especialidad en el

   programa radial de Bela Tedín Uriburu por FM Palermo.

 

Tapa D&D Nro. 41

Nota Axel de Lynkestis sobre el nuevo

Museo del Regimiento de

Granaderos a Caballo"Grl. San Martín"

Fotos: Julie Bergadá 

Año 1996 

 

Revista First

Nro. 110

noviembre de 1995

 

Tapa D&D ARTE Nro. 2

Autor de Nota "Ciencia y Arte -

Iluminación de Obras de Arte"

Foto: Lucila Blumencweig 

Año 2007 

El cuadro que tengo atrás en la foto, está atribuido a Melchior d'Hondeckoeter, pintor barroco holandés del siglo XVII. d'Hondeckoeter nació en 1636 y murió en 1695. A este cuadro, se le veían sólo cinco pájaros. Con la nueva iluminación halógena, se le pudieron ver veintidos más, amén de detalles y sutilezas. (Colección privada)  

Cuando muy habitualmente me presentan como el “curador” en alguna exposición de obras de arte, yo contesto que no lo soy y que los curadores son mis parientes. Es que, viniendo como vengo de dos familias de grandes médicos, cuando oigo barajar el término tan en boga de los “curadores”, tengo inevitables asociaciones con lo hipocrático. Mis parientes se dedicaron al arte de curar al prójimo. En cuerpo y alma.

Yo, quizás de manera más egoísta, me dediqué al arte a secas. Y, si mi alma siempre tuvo una marcada compulsión hacia el arte, fue porque inconscientemente sabía que de otra manera hubiera terminado con chaleco de fuerza. Aunque me considero la oveja negra entre los guardapolvos blancos, termino las más de las veces usando términos o figuras muy relacionados con la medicina. Hecha ésta, toda una confesión, intentaré hilvanar algunos conceptos sobre la fascinante ciencia y arte de iluminar el arte.

Todavía hay gente que no ha descubierto lo que puede llegar a resultar del encuentro entre su colección con sólo algunas de las infinitas posibilidades que nos ofrece la tecnología actual a través de la iluminación. Después de años y años de no pasar nada demasiado trascendente en el rubro, en los tardíos ‘70 y tempranos ‘80, con la irrupción de las lámparas halógenas, cambió el idioma de la iluminación mundial: ya nada volvería a verse como hasta entonces. (Es bueno aclarar que, como en muchos de sus grandes descubrimientos, el Hombre dio con las halógenas a partir de una casualidad: ¡las lámparas para proyectores de diapositivas!) Su menor tamaño posibilitó artefactos más sintéticos y disimulados, que desataron una verdadera revolución en el diseño. El rendimiento lumínico aumentó y bajó el consumo de electricidad, cosa vital para un planeta en permanente estado de crisis energética. La vida útil de las lámparas aumentó sensiblemente en comparación con todo lo preexistente. Y así podríamos seguir enumerando más y más ventajas.

Que en términos generales la luz -como los colores- tiene una influencia enorme sobre el estado anímico de las personas, está descripto por especialistas del mundo desarrollado. Hoy no se concibe la vida cotidiana sin luz de muy buena calidad e intensidad, porque se sabe que ésta hace a la tan mentada calidad de vida. Pero yendo específicamente a la iluminación del arte, como aquellas frases de que “una imagen puede más que mil palabras” o “ver para creer” tienen absoluta vigencia, suelo hacerle al cliente una demostración práctica de lo que aconsejo. Todos se sorprenden y algunos hasta me confiesan que llegan a preguntarse cómo pudieron vivir tanto tiempo sin tener contacto con ella.

Así como cada persona tiene sus propias necesidades lumínicas, donde siente su propio confort visual, cada vivienda, galería o museo y cada obra u objeto de arte, cada textil de todas las épocas, manufacturas y tamaños, cada pieza arqueológica, cada material, tiene requerimientos específicos en lo que a la iluminación respecta. Hay un tipo de luz, una intensidad, una temperatura de color, una incidencia de los haces, con los cuales lograremos que esa obra nos entregue lo mejor de sí. Creo que un buen iluminador de obras de arte debe conjugar lo artístico y lo técnico. Deberá tener, antes que nada, un agudo sentido de la observación, una buena dosis de sensibilidad artística, el feeling de la obra de arte, y además los conocimientos técnicos adecuados.

A través de este manejo idóneo de los materiales y del conocimiento de algunos secretos y determinadas leyes básicas de lo plástico y de la Psicología de la Forma, podrá darle a cada obra lo que pide para brillar. Deberá conocer los mecanismos de la visión humana, cómo “trabaja” y reacciona el ojo ante los estímulos externos y cómo decodifica el cerebro lo que le llega a través de él. La luz apropiada revelará ante el observador -coleccionista, decorador o arquitecto, galerista, museólogo o anticuario- cuadros, esculturas, tapicerías y textiles, que ni siquiera sospechaba que existían –tan diferentes se verán-. Un antes y un después. La luz como fenómeno físico –igual que lo esencial para Saint-Exupéry- es invisible a los ojos. Sólo la veremos si rebota contra algún sólido o si atraviesa algo. De ahí que muchos directores de cine utilicen el recurso del humo para hacernos tomar conciencia de ella y crear determinados climas.

Observemos las fotografías de las caminatas de astronautas en el espacio exterior: éste es absolutamente negro, a pesar de estar atravesado por la luz solar y a ésta sólo se la percibe cuando da contra la nave, en los trajes de los astronautas, en los reflejos de sus escafandras y en las caprichosas curvas de esos tecnológicos cordones umbilicales que los mantienen unidos a sus naves (de vuelta lo médico). Pero si sólo existieran el espacio y la luz, no nos sería posible verla. En una casa de familia, en una galería de arte, un museo anticuario, universos muchísimo más chicos que el espacio sideral, cuando la luz pega en su justa medida y calidad en obras y objetos, se crea una de las maneras más atractivas, sensuales y sorprendentes de tomar cabal conciencia de ella y del sinfín de posibilidades que nos da hoy en día. Es que la definición de imagen, las calidades, las profundidades, el claroscuro, el volumen, los valores, las texturas, las veladuras y transparencias, las sutilezas, se perciben y se pueden apreciar en tanto y en cuanto exista la luz.

La luz puede poner en valor una obra de arte, exaltarla o bien hundirla, según cómo esté usada -cualitativa y cuantitativamente-. En un país como el nuestro, donde la improvisación es moneda corriente, hay gente que se larga a iluminar arte de puro audaz o inconsciente, y otra que lo hace creyendo que así se ahorrará unos pesos.

Salen de gira por los negocios del ramo, preguntan un poco aquí y otro allá, extraen de cada uno lo que creen conveniente, lo mezclan y firman ellos mismos sus “proyectos”. Sin embargo, minimizar estos temas y reducirlos a recetas fijas, suele traer dolores de cabeza. Cada obra y objeto de arte tienen necesidades lumínicas diversas. Y como los materiales son más bien caros y suelen no tener cambio, convendrá contratar los servicios de un profesional. Algunas personas toman conciencia cuando ya han pagado sumas ingentes por algo que dista mucho de ser lo apropiado. Y me estoy refiriendo a lo básico y elemental, a lo de batalla; ni hablar de sutilezas. La gente que está en el tema suele decir que “Alumbrar, alumbra cualquiera. Pero ilumina sólo quien puede”. El secreto de todo buen proyecto de iluminación de obras de arte está en el diagnóstico inicial que se haga in situ. Notará el lector que volví a caer en lo médico. El profesional serio evaluará concienzudamente el ámbito y su contenido, los diferentes tipos de obras, su ubicación en relación a los paños de pared y cielorrasos, sus técnicas y medios, las gamas predominantes, las calidades y texturas de la materia, los tipos de soporte, formato y disposición, los marcos, brillos y reflejos, la circulación de personas, la incidencia de los futuros haces de luz, las lámparas, artefactos y accesorios que se utilizarán para dar los efectos buscados, la seguridad del sistema lumínico diseñado y una cantidad de pequeños detalles que, al concretarse el proyecto, hagan que absolutamente nada desentone.

Un dato fundamental a considerar es el envejecimiento y deterioro que la luz opera en el arte, sobre todo en las obras sobre papel -aunque hoy en día buena parte de las lámparas tienen filtro para los rayos UV, los ultravioletas, que son los que estropean y envejecen a los cuadros. Otro punto: es muy raro que una casa o un departamento nuevos estén preparados para una buena iluminación de obras de arte. Mucho menos los antiguos. A unos y a otros, hay que adaptarlos al idioma de la iluminación actual. Y esto es algo que debe hacerse con electricistas profesionales idóneos y conscientes, que presten la importancia que merece al tema de la seguridad eléctrica. Hay materiales que “toman” la luz de una forma muy especial. Es el caso del mármol blanco. En mis años de experiencia, recuerdo muy especialmente dos casos que me gratificaron mucho. Uno de ellos es el de un espectacular torso griego del año 450 a. C., que estuvo en el fondo del Mar Mediterráneo por siglos y que, una vez rescatado, fue traído desde Europa por un refinado personaje que dejó su huella en el arte, la arquitectura y la decoración argentinos. Una vez iluminado, ese torso parecía emitir él mismo la luz en vez de recibirla o reflejarla: rápidamente se convirtió en el centro de un living muy personal.

El otro, es el de una escultura de Pablo Curatella Manes, una interesante versión de su obra La mujer del Tapado, también en mármol de Carrara, perteneciente a una excelente colección privada nacional. Puse esa escultura sobre el lado izquierdo de una chimenea francesa, contrapesada por tres pequeños bronces con pátinas muy oscuras. Cerraba el conjunto un cuadro muy negro con marco Luis XIV de una gama media. Pedí a mis electricistas  que pusieran el efecto destinado a la escultura de Curatella en un punto aparte, exclusivo para ella. Y se produjo lo que yo quería: el facetamiento de sus planos, trabajados por Curatella al modo de los cubistas, no sólo daba un efecto sorprendente, sino que en ese enorme living servía de “faro” para que a los hijos de los dueños de casa no les hiciera falta prender otra luz cuando volvían tarde. En los años que llevo haciendo ésto, tengo innumerables anécdotas. Pero por hoy me parece suficiente, quizás exista ocasión de otro capítulo.

 

ALGUNAS CONSIDERACIONES AL MOMENTO DE ILUMINAR OBRAS DE ARTE

 

Hoy en día, con la luz se pueden crear climas, resaltar lo que interesa y disimular lo que no. Esa es la tendencia más difundida: acentos en lo que importa y el resto ligado con semi-penumbra. Se trabaja con los contrastes y tratando de no dar una luz pareja, monocorde, como de oficina. Siempre conviene mezclar iluminación incandescente y halógena al hacer casas privadas. Utilizando únicamente halógena, el efecto general será frío y vulgar.

Una casa es mucho más interesante y atractiva iluminada a partir de sus planos verticales. Y si dichos planos contienen obras de arte bien dispuestas y adecuadamente iluminadas, tanto mejor –incluso los ambientes parecerán más grandes-. Las dicroicas son las integrantes más populares de la gran familia de las lámparas halógenas. Como tienen la particularidad de mandar las nueve décimas partes del calor que emiten para atrás a través del proyector, son buenas para iluminar cosas tan disímiles como alhajas dispuestas en exhibidores (ya que no despegan los engarces) y cosas tan perecederas como flores o pescados sin aportarles calor Las arañas antiguas suelen ser muy lindos artefactos y dan muchísimo ambiente, pero aportan pésima luz a la mayoría de las obras. Por lo general producen espejamiento en las pinturas al óleo o en las obras sobre papel, que llevan vidrio obligatoriamente, debido a que los haces de luz inciden perpendicularmente sobre ellas en vez de hacerlo en forma oblicua. Quedan muy bien reguladas bien bajas, cuando parecen velitas de torta de cumpleaños y los acentos a las obras de alrededor se dan con lámparas halógenas. A las tapicerías antiguas no conviene iluminarlas desde muy cerca para que no parezcan relieves como resultado de la luz rasante. Los wall-washers (bañadores de pared) son lo mejor que ha salido: con ellos se logra un nivel parejo de luz desde arriba hasta abajo. Quedan realmente espectaculares. Regular lámparas halógenas más allá del 10 % del recorrido de un reóstato o dimmer, les acorta la vida útil porque se inhibe el proceso por el cual se regeneran sus filamentos. Cuando uno gira la perilla del dimmer el 10 % de su recorrido total, el efecto lumínico baja un 33 %. Si hay que bajar tanto un efecto determinado, puede que convenga poner una lámpara más débil o de ángulo de apertura de haz más abierto. Como regla general, podemos decir que reguladas demasiado bajo, a las lámparas halógenas se les reduce la vida útil mientras que a las incandescentes se les aumenta. El buen iluminador de obras de arte hace un buen papel cuando su proyecto realmente hace lucir a la obra iluminada, cuando no se destacan los efectos lumínicos en sí mismos y los artefactos o accesorios utilizados para darlos, y todo dentro de un contexto general de armonía.

                                                                                                                                   

* El autor es Profesor Nacional egresado de Bellas Artes, decorador e iluminador.

Se dedica a la iluminación y puesta en valor de obras de arte.

 


Tapa D&D Nro. 113

Autor de Nota "Génesis"

Fotos: Arq. Daniela Mac Adden

Producción: Virginia Braun

Año 2009

RESPETANDO CÁNONES CLÁSICOS Y ESTRICTAS SIMETRÍAS FRANCESAS, LOS DOS TROMPE L’OEILS PINTADOS POR GONZALO GOROSTIAGA DAN ADECUADO MARCO A LA VENTANA Y A LA MESA DE COMEDOR. ENTELÓ CON RAFIA PABLO PIÑEIRO. SOPERA INGLESA Y PLATOS DE PLATA. DESDE AFUERA, LA AMPELOPSIS Y LA GLICINA APORTAN INFINITOS VERDES.

 

EN LAS FRONTERAS DE LA RECOLETA QUEDA ESTA CASA QUE PELEÓ POR SOBREVIVIR Y GANÓ. LOS ZORZALES DE PECHO COLORADO PARECEN FESTEJAR LA NOTICIA DE QUE SEGUIRÁN TENIENDO ESTE URBANO REFUGIO SUYO.


GÉNESIS

EN ESTAS PÁGINAS: LAS ESTERAS TEJIDAS LES HACEN UN BUEN FONDO A LAS SILLAS INGLESAS TAPIZADAS CON HORSE HAIR. EL MEDALLÓN DE LA TAPICERÍA DE LA MANUFACTURA DE BEAUVAIS REPRESENTA A LA CAZA. CANDELABROS LUIS XV DE BRONCE Y MÁRMOL. VIEJO RELOJ FRANCÉS DE BRONCE DORADO. LOS COLORES DE LA CRISTALERÍA EN MÍMESIS CON LOS DE LA TAPICERÍA.

PÁGINAS ANTERIORES Y ÉSTAS: MESAS VESTIDAS CON COLECCIONES, GRAN SILLÓN BY PABLO PIÑEIRO, DOS POTICHES CHINOS SANG DE BOEUF EN MÉNSULAS INGLESAS VICTORIANAS CHINOISERIE, DOS OLD MASTERS HOLANDESES, PAR DE ESPEJOS, ARMOIRE VICTORIANO DE CAOBA LAQUEADO ROJO, CON APLICACIONES DE ÉBANO Y ORO A LA HOJA, CUADROS DE HUGO ARIAS Y NICOLÁS GARCÍA URIBURU, SOBRE LA MESA DE VIDRIO DE AVIÓN DOBLADO, LACAS BRICK SOBRE MADERA, MESA ART NOUVEAU DE BRONCE, LA TAPA REPRESENTA UNA GRAN HOJA Y REMATA EN UN ÁGUILA QUE COBIJA CON SUS ALAS A PORTARRETRATOS CON FOTOS DE TÍAS Y PRIMOS.

 

BUENOS AIRES PUEDE ALEGRARSE POR ALGO: HABER PODIDO RESCATAR DEL DEMOLEDOR AVANCE DE LA PIQUETA A ESTA CASA CON GRACIA Y A SUS VECINAS, CON LAS ENREDADERAS QUE LAS RODEAN Y ENVUELVEN EN UN FUERTE ABRAZO Y A SUS PÁJAROS

 

TEXTO: PEDRO L. BALIÑA    FOTOS: ARQ. DANIELA MAC ADDEN           PRODUCCIÓN: MARINA BRAUN

 

Así como el primer libro del Antiguo Testamento intenta explicar el origen del Mundo, si se tuviera que explicar la génesis de esta amable casa porteña de altos y bajos a la vieja usanza, no debería dejar de citarse a la estética, al atractivo, al arte, a la mismísima seducción, al genuino buen gusto, a su ya inhabitual refinamiento, a la personalidad, a la intuición agudamente desarrollada, a la generalizada, enseñoreada armonía. Todas ellas, amalgamadas con criterio, clase y gracia, resultan en esta calidez que invita a quedarse. Nada es casual aquí. Nada está porque sí nomás ni es antojadizo. Menos que menos estridente, solemne u ostentoso. Y aunque hay muy fundados antecedentes teatrales y cinematográficos, no existe ni una sola letra sobreactuada al ambientar. Todo está ponderado, meditado, medido. Meticulosamente. Meditado con conocimiento. Se lo presiente desde el momento mismo de empezar a trajinar los primeros escalones de la vieja escalera de blanco mármol llegado desde Carrara. Todo tiene un sentido, una razón de ser, un origen más o menos lejano, alusiones por doquier, evocaciones… Historia e historias: la grande, que desde tiempos de la conquista y de los albores republicanos construyeron los antepasados fundadores, próceres y pioneros, y otras más recientes y cotidianas. Raudales de luz entran por las ventanas. La ampelopsis -parra virgen para los antepasados españoles- estrecha en un fortísimo abrazo a esta casa y sus vecinas. Tanto por dentro como por fuera. Los infinitos verdes estivales se ruborizan hasta el límite de lo imposible con la llegada de cada nuevo otoño porteño. El canto de los zorzales de pecho colorado, parece querer celebrar la reciente ley de la Legislatura porteña, que salvará del ímpetu destructor de la piqueta a este urbano refugio suyo y a las viviendas vecinas. Todo fluye al compás de las serenas cadencias del Air pour Madame Dauphine, del Idylle sur la Paix, de Lully y de los acordes de los lustrosos cornos en la Caminata de las Walkiryas, de Die Walkure, del brillante Richard Wagner, en impecable versión conducida por el legendario Herbert von Karajan, al frente de la no menos legendaria Filarmónica de Berlín. Y ni en las partituras que aquí se oyen ni en esta casa hay nada disonante. Y tanto en la casa como en esas bellas partituras, habita la armonía. En todo, absolutamente todo, a pesar de las procedencias diversas, de los contrastes cromáticos, étnicos y culturales y de los estilos varios, del eclecticismo de las muchas “trouvailles” que pueblan estantes, mesas, y rincones. Lo antiguo y moderno, la China imperial dándose la mano con el siglo XVIII holandés, lo de la época colonial nuestra llevándose de maravillas con tapicerías de Beauvais. Sillones Luis XV de época trabajando con los materiales tecnológicos. La calidez de los trompe l’oeils y la que sólo otorgan las lindas alfombras antiguas. Y por todos lados, rastros del misterio de Oriente: de Laos, de la antigua Birmania, del Japón milenario…A cada paso, se percibe nítidamente la alegría y el agradecimiento del carismático dueño de casa por estar vivo, a quien, con toda facilidad se le dibuja una mansa, pacífica sonrisa cuando habla sobre ésta, su hija dilecta. No es para menos. En este lugar, en el que a diario vive, que recorre y disfruta, transcurren sus días permanentemente rodeado de afectos. No sólo los que le llegan de sus mayores a través de las muchas buenas cosas heredadas, sino que también lo acompañan los que se ha granjeado de sus muchísimos amigos. Por brindarse desde siempre a la gente. En el genoma del dueño de esta casa, hay indelebles marcas de sapiencia decorativa, de condiciones directoras y organizadoras, de un hábil manejo de colores y valores, de un agudo olfato para la detección de muebles de calidad, de raros objetos dadores de climas y hasta de un excelente ojo para la selección de exóticas alfombras pacientemente anudadas por los nómades del desierto, ciñéndose en forma estricta a los atávicos diseños tribales. Aquí todo es gozo para los sentidos, y una diversidad tal que pide una recorrida y otra, y otra más. Las visitas se irán siempre con ganas de ser nuevamente invitadas por el feliz dueño de esta buena casa. Y no se podrá imaginar un mejor acompañamiento para la despedida que el de la magnífica Oda a la Alegría de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Expresará fielmente el enorme placer por haber podido recorrerla. Es que esta casa lleva siempre a querer pedir un bis.

 

UN RINCÓN PARA LA PAUSA. UN CUADRO DE EDUARDO OLIVEIRA CÉZAR Y OTRO DE TORRE ZAPICO, EL AUTÉNTICO NAÏVE QUE MURIÓ EN EL HOGAR DE ANCIANOS “GENERAL VIAMONTE”, HOY CENTRO CULTURAL RECOLETA. EN EL CASO DE TORRE ZAPICO, SU PINTURA EXPRESABA A LA VERDADERA CONDICIÓN DE SU ALMA, NO COMO TANTOS PINTORES NO INGENUOS ELLOS DE HOY EN DÍA, QUE PINTAN “AL MODO DE LOS NAIFS”. APLIQUE DE DISEÑO PROPIO DEL DUEÑO DE CASA. SOBRE EL MUEBLE DE ALZADA, “NAVEGA” UNA FRAGATA DE PLATA. VIEJA SILLA INGLESA CON RESPALDO ESTERILLADO. JUEGO DE TÉ DE LIMOGES.

BAÑO CON AIRES DE BELLAS ÉPOCAS Y LOS LUCIENTES COLORES DE GOYA. GRIFERÍA ANTIGUA, CÓMODA BAÑADERA IMPORTADA, ENCONTRADA POR EL DUEÑO DE CASA, DESNUDO DE QUIQUINA MASSINI, TOALLERO ELÉCTRICO Y PROFUSIÓN DE FRASCOS CON ACEITES ESENCIALES PARA EL BIENESTAR, ALFOMBRA CHINA.

GOYA TAMBIÉN EN EL DORMITORIO, EN EL CARTÓN DE LA TAPICERÍA EJECUTADA POR LA REAL MANUFACTURA ESPAÑOLA DE TAPICES C. 1900, CUADRO DE LA INDIA, DE ÉPOCA, CON JINETE. A LOS PIES DE LA CAMA, UN AUTÉNTICO SHATOOSH SHAWL DE LA REGIÓN DE CACHEMIRA. SE CONSTATA SU AUTENTICIDAD SI PASA ÍNTEGRAMENTE POR UN ANILLO, ALFOMBRA CHINA.

 


Tapa D&D Nro. 124

Autor de nota

"Monumental Emergencia Monumental"

Fotos: Xavier Verstraeten y P. L. B.

Año 2011

 

MONUMENTAL


                 EMERGENCIA


                                   MONUMENTAL

                                  

Por Pedro L. Baliña *

 

Los porteños podemos sentirnos orgullosos de la bien ganada fama de nuestra Ciudad por la cantidad y calidad de sus monumentos. De lo que no podemos jactarnos es de tratarlos como correspondería hacerlo ni de mostrarlos o ponerlos en valor adecuadamente.

Hace tiempo, me presentaron a Carlos Grosso cuando era Intendente de Buenos Aires. Enseguida le hice un pedido: que guardase el monumento a Sarmiento, hecho por el genial Auguste Rodin e inaugurado por el Presidente Julio A. Roca el 23 de mayo de 1900, en el Museo Nacional de Bellas Artes y que en su lugar emplazara una buena réplica hecha con los últimos materiales que se conseguían por aquel entonces. La idea era preservar la obra original de Rodin - se encuentra en el cruce de las avenidas del Libertador y Sarmiento - de los permanentes ataques y agresiones de todo tipo que recibe por recordar a quien recuerda Le señalé que, como Intendente él tenía la obligación de proteger el patrimonio de todos los ciudadanos de Buenos Aires. Y volví a fundamentar el pedido in extenso. Entonces Grosso me contestó que había un conflicto de jurisdicciones, puesto que el monumento en cuestión era municipal y el Museo Nacional de Bellas Artes, como su nombre lo indica, era patrimonio de la Nación.

El monumento a Sarmiento, es el único Rodin auténtico, “de puño y letra”, que hay en los espacios públicos de la capital de la República Argentina. Estaba compuesto por tres piezas: la figura de Sarmiento, fundida en bronce con la técnica de la cera perdida, el pedestal, íntegramente esculpido por Rodin en mármol blanco (tiene al frente a Apolo luchando contra la hidra y, en su parte posterior, un espectacular Escudo Nacional), el basamento hecho con granito rojizo y, en la base, una placa, también hecha por Rodin y de bronce fundido a la cera perdida, muy Art Nouveau (Rodin murió en 1917, pleno auge de ese estilo) que era en sí toda una obra de arte.

Y digo “era”, en pasado, porque al poco tiempo de mi pedido a Carlos Grosso, dicha placa fue robada para ser fundida y vendida por kilo de bronce. Ya era tarde para actuar preventivamente.

Recientemente me acerqué a ver el citado monumento y comprobé que su pedestal está muy fisurado como resultado de los evidentes movimientos que ha sufrido el terreno desde principios del siglo XX hasta ahora. Creo que urge actuar, ya no preventiva sino curativamente.

Con cada ida multitudinaria de los estudiantes a Palermo para festejar su día y la llegada de la primavera, el pobre Sarmiento de Rodin siempre liga alguna bomba de pintura o alquitrán y hasta incluso comida o pintadas con aerosoles, que penetran en las porosidades del mármol blanco y que son extremadamente difíciles de remover.

¿No podrá tomar el toro por las astas el Gobierno de la Ciudad y, allanando los caminos, ponerse de acuerdo con la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación y dar en préstamo, comodato o lo que sea, a la Nación a esa obra absolutamente irrepetible de Rodin, a fin de que se la reciba en nuestro principal Museo para tenerla en custodia y poder así preservarla para las futuras generaciones? Tal es el caso del sable corvo del Libertador, en custodia en el bonito edificio Secesión Vienesa que sirve de sede a la Jefatura del Regimiento de Granaderos a Caballo por él creado, en su actual cuartel de Palermo.

La misma suerte debería sufrir el Heracles Arquero de Antoine Bourdelle, principal discípulo de Rodin, que está en el cruce de las avenidas Pueyrredón y Figueroa Alcorta. Ese bronce tiene un alto precio en el mercado negro de obras de arte y es candidato a ser robado por encargo tal como otros importantes bronces del acervo de la Ciudad que han sido robados y vendidos en el exterior sin que nadie se inmutase. Dichos bronces no serán recuperados jamás.

La lista es interminable: al Canning del escultor Lagos, que fuera tirado al Río de la Plata durante la Guerra de las Malvinas, le amputaron su mano izquierda. Los bustos de bronce de Gabriela Mistral y de Pablo Neruda fueron robados de la Plaza Chile ante impasibles paseantes.

Hace falta tomar urgentes medidas para enfrentar la grave contingencia que embarga al patrimonio escultórico de Buenos Aires.

                                         

 * El autor es Profesor Nacional egresado de Bellas Artes, decorador e iluminador.

             Se dedica a la iluminación y puesta en valor de obras de arte y arquitectura.